jueves, 26 de diciembre de 2013

GUARDIÁN DEL RELOJ. DON BERNARDO MARTÍNEZ MERCADO


boletín Teocelo 

"A los 8 años se hizo acolito de la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora, nunca imaginó se convertiría en el personaje que vigilaría el paso del tiempo desde la torre de la parroquia."

En el año 1929 bajo suscripción popular se realizó la compra del reloj público de Teocelo, la comisión de colecta estuvo a cargo de Doña Bernarda Soto y la magna inauguración se realizó el día 5 de mayo de ese año, a partir de esa fecha las manecillas comenzaron a contar el tiempo y la historia de Teocelo.

Don Bernardo Martínez Mercado tiene 85 años cumplidos, su mirada es firme y está atento a cada detalle, conserva intacta la alegría de la juventud, con los ojos puestos en el horizonte añora los tiempos pasados y recuerda cómo era la vida de antes. Su sentido del humor es contagioso, ese señor que parece tan serio de vez en cuando se avienta una que otra puntada, y todo termina en carcajada.




Con apenas 8 años de edad se incorporó como acolito a los servicios de la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora. Disfrutaba mucho de apoyar en las labores religiosas, a pesar de que no eran tan complejas resultaban importantes para que todo saliera acorde a lo planeado en la celebraciones eucarísticas de la parroquia principal del municipio. En ese entonces el reloj público de Teocelo ya llevaba registrados varios años de la vida del pueblo, 48 para ser exactos.

En ese entonces Don Nato García estaba a cargo del mantenimiento y cuidado del reloj, la tarea no era nada fácil e implicaba mucha responsabilidad. Además, trabajar a 27 metros de altura merece crédito aparte, es solo de valientes desafiar día a día a las alturas sin importar las inclemencias del tiempo. Un día Don Bernardo Martínez escuchó el llamado del guardián del reloj público y acudió ante él. La historia se cuenta a partir de ese instante... ¡Oye niño, no quieres darle cuerda al reloj!



Con la emoción de un niño que tiene frente a él una responsabilidad de grandes, Don Bernardo Martínez comenzó con el aprendizaje sobre los componentes del reloj, la función de cada elemento y la forma correcta de darle mantenimiento. Como gratificación, el pequeño recibía la cantidad de 1 peso a la semana, el pago era muy bueno y la enseñanza aún mejor. Con el paso del tiempo y el girar de las manecillas, llegó el momento en que Don Nato García debía dejar la encomienda en manos de alguien con más fuerza física, el reloj público tendría nuevo guardián.

En 1977 tocó el turno a Don Bernardo Martínez de hacerse cargo por completo del reloj. Ha sido testigo, al igual que él, de innumerables historias, ha visto desfilar mares de gente y ha sido cómplice de cientos de parejas que frente a la Iglesia se pasean de la mano esperando algún día las campanas anuncien el momento de su unión. 

Escuchar el sonido de las campanas cada hora, cada media, y cada 15 es tan cotidiano y natural para nuestros oídos que no imaginamos lo que hay detrás de este espectáculo auditivo. Todo parte de una compleja y bellísima maquina de fabricación mexicana. "La Esmeralda" fue la casa relojera que la ensambló hace 84 años, es tal la perfección con que fue hecha que no ha necesitado de arreglos mayores, solo hay que procurar que tenga suficiente aceite para que siga trabajando. Unido a él se encuentra el tensor regulador, es nada más y nada menos quien da la orden mediante movimientos mecánicos a cada una de las 3 campanas que es hora de romper el silencio del cielo. La campana más grande es la que indica la hora y su sonido por tanto debe ser mayor, la campana mediana y la chica se unen para indicarnos los cuartos de hora, las medias y los tres cuartos. El badajo que hace sonar las campanas debe estar despegado de ellas, o de lo contrario el sonido será seco.




Debido al desgaste, el péndulo que cuenta la vida segundo a segundo, ha tenido que irse ajustando para procurar la exactitud en el conteo del tiempo. En ocasiones se llega a tener un adelanto de un par de minutos, Don Bernardo Martínez siempre está atento a ello y lo arregla. Cada dos o tres días sube hasta el punto más alto de Teocelo, la torre del reloj público. Llegar hasta la máquina es toda una odisea, el riesgo no es menor y su familia lo sabe, es por ello que el guardián del reloj ha decidido dejar la encomienda en manos de alguien más, que hoy ya se prepara ante tal responsabilidad. Don Bernardo sabe que es hora de hacerle caso a la familia y ver desde otro lugar el paso del tiempo. 

"Espero que este muchacho dure a cargo del reloj por lo menos 36 años, igual que yo".

Así como las huellas de la revolución quedaron grabadas en las paredes de la torre y en el mármol de los tableros del reloj, la historia del guardián se preservará para el futuro. El reloj mantendrá vigente el legado de quien por tantos años le dio vida al correr del tiempo en Teocelo, Don Bernardo Martínez Mercado.